UEFA Champions League (Jornada 5) – PSV Eindhoven 2 – 3 Atlético de Madrid 

La Geometría Rota de Simeone: Cómo Sobrevivimos al Abismo en Eindhoven

Partido disputado el 9 de diciembre de 2025, en el Philips Stadion, Eindhoven, Países Bajos

Por un corazón destrozado (otra vez)

Hay instituciones que negocian la victoria desde la calma de los números. Y luego estamos nosotros, los del Atlético de Madrid, que la conquistamos mediante un pacto de sangre forjado en las trincheras. Ganar nunca es suficiente; nuestra épica exige el sufrimiento como combustible y el abismo como testigo. En la noche de Eindhoven, nuestro equipo acarició la hecatombe antes de firmar el asalto a la orilla, probando que solo él es capaz de aniquilar su propia estrategia para, minutos después, remontar impulsado por la pura fuerza de la desesperación.

El triunfo, un angustioso 3-2 frente al PSV, se sintió menos como un encuentro de Champions y más como una sesión de terapia de choque emocional. Son tres puntos esenciales que clausuran, por el momento, la lista de resultados funestos en las salidas europeas y nos permiten avistar el horizonte del ansiado Top-8.

La Fragilidad del Plan y el Cohete Inesperado

El dilema no radicó en la falta de planificación, sino en que el diseño táctico de Simeone se deshizo con velocidad supersónica. La directriz era inequívoca: proteger a Marc Pubill. El joven central, en su primera titularidad en la máxima competición europea, requería una cobertura inmediata, un rol asignado a Nahuel Molina. La intención era sensata: blindar al recién llegado, sabedores de que Pubill, dada su inexperiencia y su procedencia de una liga menor, aún estaba integrando los conceptos defensivos del entrenador.

Pero el fútbol es un juego de velocidades imprevistas que no atienden a la sensatez.

Al minuto diez, la zaga se desintegró. El desajuste no fue una pifia individual, sino una rotura de la sincronización. Molina, obedeciendo la orden de ayuda central, expuso su carri no haciendo la lectura correcta tampoco pues los planes… planes son y a veces lo inmediato merece atención para saltarse el plan si es necesario, un suspenso en lectura de esa juagal. El PSV encontró un proyectil imprevisto en Driouech, quien, sin estar anunciado en la alineación inicial, se lanzó por ese flanco como un bólido. El argentino, desbordado por una velocidad que no esperaba, no leyó bien la jugada; Giuliano no bajó cubrir. El campo quedó abierto y Driouech irrumpió en la zona franca para asistir a Til.

Fue un acto de violencia táctica. La defensa se transformó en pura arena. En el primer cuarto de hora, esa descoordinación nos costó tres oportunidades manifiestas de gol, un auténtico milagro que la sentencia no fuera definitiva. La banda derecha era una vía rápida. Únicamente la intervención heroica de Pubill, quien no acusó la presión y taponó un remate a quemarropa de Saibari, evitó el descalabro.

La Maldición de la Indefinición 

El Atlético navegó por el terror con una ofensiva talentosa pero infectada por la ambigüedad. La plantilla posee multitud de mediapuntas y jugadores creativos que no logran definirse entre ser punta o media punta. Arriba, únicamente Alexander Sorloth ofrecía desmarques, aunque su carencia de instinto goleador lo convertía en un delantero ciclotímico: valioso en la disputa, pero ineficaz en la finalización. Su testarazo en la primera mitad, solo frente a Kovar tras un pase exquisito de Julián Álvarez, evidenció su particular maleficio: hacía todo correctamente, excepto aquello para lo que fue fichado. Auguraba lo de siempre con el noruego

No obstante, en el ADN rojiblanco reside una cláusula obligatoria de épica.

El PSV, embriagado por su propia rapidez, cometió la imprudencia del exceso de confianza. Su afición a la salida de balón controlada implica un riesgo desmedido, y ese defecto se convirtió en nuestra salvación. Una salida de Yarek fue interceptada por Giuliano y el esférico aterrizó en los pies de Sorloth, quien, con una generosidad que honró su sacrificio, lo entregó a Julián Álvarez. El argentino solo tuvo que empujarlo. Después de cuatro meses sin anotar fuera de casa, el tanto de Julián supuso un impacto rotundo en el partido. La tormenta amainaba. Llegó el descanso.

La Redención y el Último Aliento

Al retornar de vestuarios, el equipo había aprendido la lección. Había asumido que, si el PSV era un bólido en el ataque, su defensa era vulnerable, mucho, tanto justo antes del descanso se hizo evidente que con poco les haríamos mucho daño

La redención llegó, paradójicamente, de parte del hombre que había iniciado la crisis. Molina, con el alma en la boca, descargó un disparo seco y potente desde la frontal, buscando limpiar su nombre ante Driouech. Kovar despejó como pudo, y Hancko, atento al rechazo, remató al fondo de la red para el 1-2.

El tercero que parecía definitivo fue la jugada cumbre de la noche, una proeza geométrica. Julián, recuperando su mejor versión, recibió de espaldas. Un gesto, un vistazo fugaz y un centro magistral al desmarque de Pablo Barrios. El canterano, con una templanza admirable, se la sirvió a Sorloth para que el noruego cruzara de cabeza a placer. El 3-1. ¿El delantero habrá encontrado su cura?

Por supuesto, la dicha nunca es completa. Este Atleti… El partido se transformó en un thriller de terror en el tramo final. Pepi anotó el 3-2 en un saque de esquina mal defendido. El asedio final, con el portero subido al área, fue la última estación del miedo de los flashback, en un córner a un lado y luego en el otro. El empate sobrevoló la cabeza de Obispo, quien, de forma inexplicable, marró el remate a puerta vacía. 

Pero esta vez, la travesía se cerró con éxito. La garganta volvía a tener una sola nuez en lugar de tres

Esta victoria, apenas la tercera a domicilio en once salidas, es más que tres puntos. Es la confirmación de la naturaleza indescifrable de este club. Cojeamos en el centro y nuestro ataque a veces se niega el gol, pero somos capaces de ganar impulsados por destellos individuales y pura voluntad. Los tres puntos nos mantienen firmes en la lucha por el Top-8. Es la calma que el equipo necesita para ganar confianza fuera de casa, porque si bien para ganar la Liga no es suficiente, para sobrevivir en Europa, el corazón nos sigue bastando.

Aunque le joda a mi cardiólogo. 

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