Papá, ¿quién era Paulo Futre?

El salón en penumbra. Una voz suave incentiva un recuerdo.

Hijo: Papá, hoy he visto un reportaje. ¿Quién era Paulo Futre?

Padre: Ah, Futre… Mi niño, Futre era el Atleti. ¿Sabes lo que es la velocidad de un rayo cayendo sobre el césped?

Hijo: ¿Era rápido, papá?

Padre: Rápido… No, era la Pantera de Montijo. Lo fichó Jesús Gil en el 87, un fichaje así de golpe, como un puñetazo en la mesa. Pero lo que no se le olvidó a nadie fue lo que hacía en la banda. El balón iba pegado a él con pegamento, parecía bailar.

 Yo siempre les digo a tus amigos: ese portugués, era nuestro. El mejor de la historia, que no me cuenten camelos.

Hijo: ¿Era solo habilidad, o también tenía coraje?

Padre: ¡Coraje! Tenía el corazón más grande que la camiseta. Si Futre te tenía en el corazón, no te fallaba y nunca nos falló, hasta perdió un trabajo en televisión por representarnos a todos

 ¿Sabes que con solo 22 años ya era el capitán? Un día, Gil quería vender a Aguilera. Pues Futre se plantó. Dijo que él no firmaba su renovación si no renovaban a Aguilera.

Hijo: ¿Y qué pasó, papá?

Padre: Gil, el presidente, tuvo que ceder. Y Futre dijo después algo que se me quedó grabado para siempre, algo sobre sus compañeros… Dijo que «fue la primera vez que vi respeto en los ojos de mis compañeros». El respeto se gana.

Hijo: Me contabas que su rivalidad con el Real Madrid era especial.

Padre: Uf, la obsesión. Su gran némesis era Buyo, um tipo asqueroso. Una vez dijo, con esa chulería que tenía, que él ponía una foto de Buyo 15 días antes del derbi para motivarse. Y en el campo, el derbi era un duelo de pistolas: no se corría, se sudaba sangre. Decía: «contra el Madrid hay que sudar sangre, hay que morir campo»

Hijo: Y una vez ganó una Copa del Rey en el Bernabéu, ¿verdad?

Padre: La final del 92, sí… Ahí fue el gol más bonito de su carrera. Un disparo seco, imparable. Pero te diré un secreto de esa noche. Luis Aragonés, el gran Luis, se levantó a medianoche en la concentración. Lo despertó, para meterle el veneno. Le recordó que el Madrid se había reído de un compañero nuestro. Y le soltó una frase que es la esencia del Atleti.

Le dijo: «Hoy los jugadores del Madrid le van a pedir autógrafos a usted después del partido… Hoy está prohibido fallar.» Y no falló.

Hijo: ¿Es verdad que casi ficha por el Madrid?

Padre: Es la prueba de que Futre es eterno. El Atleti estaba roto, en la bancarrota. Él se fue en el 93, obligado. Y un año después, le pusieron el contrato sobre la mesa. El dinero, la fama, todo. Y él estaba a punto de firmar…

Hijo: ¿Y por qué no lo hizo?

Padre: Se levantó para ir al baño, se miró al espejo, pensó en su familia… En lo que significaba el Atleti, que para él, como para nosotros, era una forma de vida. Y dijo que NO. Lo devolvió. No podía traicionar a la gente.

Padre: — Por eso la gente lo respeta de verdad. Él mismo lo dijo: «Soy el único jugador que con el contrato en la mesa le dije que no al Real Madrid.»

Hijo: ¿Pero se retiró joven, verdad?

Padre: Sí. La rodilla. Las lesiones le robaron el fútbol. Capello, Cruyff, Mourinho… todos decían que era el mejor, que si no se hubiera lesionado, habría ganado varios Balones de Oro. 

Hijo: Y después volvió como directivo, ¿no?

Padre: ¡Sí, volvió! Y ahí, en el despacho, se llevó su mayor medalla… … …

El padre, fatigado, parece buscar un nombre en el vacío.

Hijo: La medalla de dar la oportunidad a un chaval de la cantera. A un niño que acababa de cumplir 17 años… ¿Te acuerdas de ese nombre, papá?

Padre: ¡Sí! El Niño. El Niño Torres. Él lo subió al primer equipo. Futre dijo que aquello era su «gran medalla como director deportivo». Y Torres, siempre agradecido, lo dijo ante toda la afición: «Futre cambió mi vida».

Hijo: Sí, papá. La cambió. Futre se rompió la rodilla, no pudo ganar la Liga y perdió ese Balón de Oro por un voto… Pero nos dejó la pasión, la lealtad y el mejor gol en una final. La verdad es que es de las pocas cosas que recuerdas con tanta claridad.

El hijo, un hombre que se acerca ya a los 40, aprieta la mano de su anciano padre. El anciano se queda dormido. El hijo, que lo ha estado meciendo con cariño durante toda la conversación, se levanta.

Por eso yo me llamo Paulo, soy del Atleti y por eso, de pequeño, cuando jugaba en el equipo del barrio, siempre llevaba el dorsal 10.

Gracias papá, gracia Paulo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *