EL CAOS NECESARIO. O CÓMO EL ATLETI RECHAZA EL AMOR CIVILIZADO.
(Riyadh Air Metropolitano. 4 de noviembre de 2025. Noche fría, un susto belga y la certeza de que para ganar, hay que agonizar.)
La Crónica de la Agonía Europea: El Atleti no Sabe Ganar en Calma
Si hay algo que el Atlético de Madrid no ha aprendido con el tiempo es a vencer sin que la camisa acabe empapada de sudor frío y la garganta seca por el grito. El resultado final, un 3-1, disimula la paliza emocional ante un rival que compitió con la furia de un mastín.
El Union Saint-Gilloise, ese equipo que suena a anécdota belga pero que compite con el alma en la mano, salió sin complejos. El Atleti, con la necesidad de ganar para no complicarse la vida, se vio superado en intensidad en los primeros compases. Las llegadas belgas, aunque sin puntería (disparo desviado de Schoofs en el 1′), metieron el miedo en el cuerpo.
“Y nos dieron las diez y las once, las doce y la una, y las dos y las tres…”
No fue hasta el minuto 38 cuando la redención llegó por la vía rápida y la calidad, con un nombre escrito a fuego: Giuliano Simeone. Contragolpe fulgurante del argentino, que rompe líneas con esa rabia juvenil que le corre por las venas, pisa área y cede para que Julián Álvarez empalme una volea inapelable que inauguró el marcador (1-0).
Y es que siempre Giuliano. Estuvo todo el partido presente, peleón, guerrero, incisivo. Lo suyo no es un partido aislado: es en este momento el jugador más determinante del Atleti, por juego, por garra, por ganas, por carisma. Sabe dónde juega, sabe para quién juega y sabe que de seguir así escribirá su nombre junto al de su padre en los libros de historia de este club que cantarán cual juglares de padres a hijos. El gol de Griezmann en el 47′ fue anulado por fuera de juego de Baena. El marcador, justo al entretiempo: 1-0.
El Motor Parado y la Declaración de Caos
Pero al Atleti, seamos sinceros, la tranquilidad le aburre. El orden le escuece. La planificación milimétrica le da urticaria. Este club no está hecho para la paz burguesa ni para las victorias cómodas. Su existencia es un continuo estado de alarma, una declaración de guerra al manual de instrucciones.
“Yo no quiero un amor civilizado, con hipotecas, pólizas y plazos.”
Por eso, el partido tenía que romperse y complicarse, para que la épica no faltara a su cita. La reanudación mejoró la cara del Atleti aunque el mediocampo, con Koke y Álex Baena como principales damnificados, había estado superado. La lentitud en la circulación y la incapacidad para recuperar obligaron al Cholo a meter dinamita en el minuto 61 con un triple cambio: fuera Griezmann, Koke y Baena, y dentro Sorloth, Almada y Gallagher. Pablo Barrios, no obstante, se mantuvo en la trinchera, luchando cada balón, señal de que su intensidad inicial sí convencía al técnico.
El efecto fue inmediato. El noruego Sorloth puso el músculo, luchó una jugada en el área que acabó, tras un rebote, a pies de Gallagher. El inglés soltó un zapatazo cruzado en el minuto 72 que supuso el 2-0.
Aquí, de nuevo, la pregunta. El inglés es físico, intenso y decisivo. ¿Sobra un jugador que decide partidos? El runrún es que, si llega una oferta fuerte, el Atleti lo venderá por una cifra superior a los 40 millones, buscando un perfil quizá más técnico pero que tendría que igualar su compromiso. El dilema es viejo: ¿mejor lo bueno conocido que lo potencialmente excelente por conocer?
El Fallo Imperdonable
Para el Atleti, la tranquilidad es una quimera. En el minuto 80, el Union Saint-Gilloise recortó distancias. Un centro exquisito de Boufal fue rematado por Sykes casi en la línea de gol (2-1). Y entonces llegó el minuto 88.
Julián Álvarez recibió, se fue solo, encaró al portero… y la mano milagrosa de Scherpen evitó el gol que sentenciaba el partido. ¡Un mano a mano que no se puede fallar en Champions!
Permítanme un momento de periodismo de bar, el único sincero. Si ese mano a mano, esa ocasión clarísima al borde del tiempo reglamentario, la hubiese errado Alexander Sorloth, que entró de refresco, el infierno se habría desatado sobre él. Las tertulias mañaneras, los corros de oficina, la radio y hasta las sombras en el Metropolitano le estarían matando. «El noruego», se diría con desprecio, «es un tronco, no tiene gol, esos fallos son inadmisibles en esta competición». Servidor, el primero.
El Cholo: Makinavaja del Sentimiento y la Sombra de la Enfermería
El añadido fue un infarto en directo, de esos que a Sabina le inspiran letras. En el minuto 95, cuando los belgas ya acariciaban el empate, apareció el comodín del Cholo. Centro de Sorloth, primer remate, parada de Scherpen y… Marcos Llorente. Entrado en el 87′ por Giuliano Simeone, apareció desde segunda línea como un rayo para empujar el balón y finiquitar el encuentro, estableciendo el 3-1 final.
Pero la alegría se tiñe de un color oscuro: la posible lesión de Robin Le Normand. El central se retiró tocado en el minuto 25, entrando Giménez en su lugar. De ser grave, sería un serio contratiempo para el Atleti, que cuenta solo con cuatro centrales de primer nivel. Giménez está siempre bajo la sospecha de caer lesionado y Hancko está siendo usado la mayoría de partidos como lateral izquierdo, obligando a Simeone a improvisar. Si Le Normand cae, la estructura se agrieta. Un miedo que carcome la victoria.
De ocurrir lo peor el club debería ir al mercado de invierno a por un central si no queremos entonar un “¿Quién me ha robado el mes de Abril?”
Fue la victoria del sufrimiento, esa que al Cholo le sale más natural. Esa imagen suya, tras el 3-1, dándose la vuelta, dirigiéndose al vestuario con la mirada de angustia y sufrimiento, es la postal del Makinavaja colchonero.
Decía Makinavaja, mítico personaje de Ivá, que tenía el corazón más endurecido que los cojones de un elefante sin patas.
El Cholo es Makinavaja. El tipo que no celebra con fuegos artificiales porque sabe que la victoria solo significa el derecho a sufrir un poco más en el siguiente partido.
“Y, sin embargo, qué hermoso es vivir…” (Sí, Cholo. A pesar de todo. Por eso).









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