¡A competir! Pero con los rivales por favor

La imagen utilizada en la entrada es obra de Jorge Crespo Cano

Anoche, el Metropolitano se vistió de fiesta para celebrar la “Noche de Bienvenida”, un acto en el que el Atlético de Madrid presentó a sus nuevos fichajes y en el que se reencontró a la afición con su equipo antes de que ruede el balón de forma oficial. en nuestro estadio. Una cita que, aunque algo descafeinada para las expectativas despertadas, tendría que haber sido una noche de unión e ilusión en la que empezar a inyectar en la sangre de los nuevos nuestra pasión rojiblanca.

Sin embargo, lo que debería haber sido una noche redonda quedó empañada por la lamentable imagen de algunos: Los silbidos que parte de la grada dirigió a Nahuel Molina.

Que un jugador pueda recibir críticas entra dentro de la lógica del fútbol. Todos sabemos que el Atleti se ha forjado en la exigencia y en la capacidad de sobrevivir a las dificultades. Nahuel, como otros tantos antes que él, no atraviesa su mejor momento y eso lo vemos todos. Pero de ahí a pitar a un futbolista de tu propio equipo en un acto que simboliza la bienvenida y la ilusión por una nueva temporada, hay un abismo. Porque no se trata solo de Molina: cuando silbas a un jugador que viste tu camiseta, estás debilitando al grupo. Y el Atleti nunca ha sido de individualidades, sino de equipo.

Entiendo la frustración. El aficionado del Atleti es exigente y pasional, y quiere ver al equipo pelear cada partido como si fuera una final. Todos sufrimos cuando las cosas no salen bien, cuando nos quedamos a medio camino o cuando no vemos la chispa que esperamos. Pero la grandeza del Atleti siempre ha estado en remar juntos. En las buenas y en las malas. En no romper nunca el vínculo entre grada y equipo. Ese es nuestro ADN, y eso no lo puede mancillar una noche de impaciencia.

La Noche de Bienvenida debería ser un punto de partida, no de ruptura. Los nuevos fichajes llegan con ilusión, sabiendo lo que significa ponerse esta camiseta que pesa más que ninguna. Necesitan sentir que tienen detrás a una afición que los respalda, que los va a empujar, que no les va a soltar la mano a las primeras de cambio. Porque al final, lo que marca la diferencia entre el Atleti y el resto es nuestra gente. Es la comunión entre equipo y afición.

El Metropolitano tiene que volver a ser un fortín, un lugar donde los rivales sientan que juegan contra once en el campo y contra setenta mil en la grada. Eso solo se consigue desde la unidad. Los que pitan olvidan que al final, si el equipo cae, caemos todos. Y si el equipo vuela, volamos todos.

Por eso, este artículo no es solo un reproche, es también un llamamiento a la reflexión. Acordémonos de lo que significa ser del Atleti. No somos clientes, no somos espectadores de un teatro: somos parte de la batalla. Y en la batalla no se abandona al compañero.

Molina necesita confianza, cualquiera que le ha visto jugar en el estadio ha visto que tiene un bloqueo mental. El equipo en su conjunto necesita que la grada esté de su lado. No se trata de aplaudir por aplaudir ni de esconder los defectos bajo la alfombra: se trata de saber cuándo exigir y cuándo empujar. La crítica constructiva siempre tendrá cabida, pero los pitos en nuestra propia casa solo hacen daño.

El Atleti arranca una nueva temporada llena de retos. Habrá partidos que sufriremos, habrá momentos en los que dudaremos y habrá noches en las que no entenderemos decisiones. Pero si algo nos ha enseñado nuestra historia es que, cuando caminamos juntos, somos imparables.

El mensaje debe ser claro: unidos somos más fuertes. La grada no puede fallar al equipo, igual que el equipo no puede fallar a la grada. Porque el Atlético de Madrid no son solo los once que salen al campo, ni los que se sientan en el banquillo, ni siquiera los que lo dirigen desde los despachos: el Atleti somos nosotros. Y si no lo entendemos, corremos el riesgo de convertirnos en lo que nunca hemos querido ser.

Porque ser del Atleti es estar orgulloso de los tuyos, incluso cuando flaquean. Es estar todos juntos, pase lo que pase. Y ahora más que nunca, necesitamos esa unión.

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