CHAMPIONS. JORNADA 5. Atleti 2-1 Inter. EL VUELO DEL COMANDANTE: La Eterna Montaña Rusa y la Gloria Forjada en Nuestra Agonía Cotidiana.

Martes, 26 de noviembre de 2025. 21:00 horas. El rugido que estalló en el Riyadh Air Metropolitano no fue solo la celebración de una victoria; fue la confirmación de nuestro destino ineludible. El Atlético de Madrid venció al Inter de Milán (2-1) en la primera ronda de la Champions League, tumbando al subcampeón de Europa que hasta hoy era invencible en la competición. Esta agonía es, simplemente, nuestra moneda de cambio.

En el barrio cercano de Las Musas, la previa transcurría, como siempre. Entre cañas de Mahou, el sabor inconfundible de las patatas bravas y la incertidumbre que solo conocen los nuestros: ¿Jugarán con tres en el medio? ¿Un solo punta? A saber, el Cholo nos sorprende, se escuchaba entre los corros. Era el gusanillo en el estómago que anuncia día grande y la inminencia de la batalla.

Si el fútbol es una feria, el Atlético de Madrid es la montaña rusa. Y este partido fue, en su esencia más pura, el reflejo de ese trayecto: el lento traqueteo cuesta arriba, trac, trac, trac, que te lleva hasta la cima, el éxtasis, la bajada con los pelos de punta.

I. El Traqueteo Lento y la Superioridad Rival (Min. 1-45)

El Inter de Milán no vino a especular. Desde el silbatazo inicial del francés Letexier, la ambición nerazzurra se impuso. El Metropolitano contuvo el aliento en la primera acción, cuando Dimarco —un jugador excelso— lanzó una falta peligrosa que forzó a Juan Musso a su primera gran estirada. El arquero argentino, en su debut en Champions con el Atlético, ofrecía una necesaria sensación de seguridad.

El peligro del Inter era mérito de su calidad. El equipo de Cristian Chivu, subcampeón de Europa, obligaba al Atlético a fajarse en el uno contra uno. Es cierto que los pases rojiblancos eran atropellados y fáciles de interceptar, síntoma de que el equipo no encontraba la forma de romper la presión; el Atlético estaba incómodo, inmerso en la primera fase de la subida, la más tensa.

Y entonces, en el minuto 9, en una jugada desordenada, llegó el primer chispazo de gloria. Molina, con un partido correcto en el que no se le debe reprochar nada, participó en el inicio. Tras un robo y una rápida apertura, Giuliano centró. El balón rebotó en Bastoni, golpeó en Álex Baena y le cayó a Julián Álvarez. La Araña, implacable, cruzó el disparo a bocajarro. Gol. El VAR confirmó la validez del tanto, el décimo de Julián en 14 partidos.

Con la ventaja inesperada, el Inter intensificó su asedio. El Atlético, con Johnny Cardoso en el mediocampo, tuvo serias dificultades para encontrar una salida limpia de balón, lo que le obligaba a jugar más cerca de Musso. No era especulación; era la realidad de que el rival te embotellaba. Justo antes del descanso, el asedio del Inter casi cobra su peaje, con un disparo de Dimarco que rozó la escuadra de Musso. El traqueteo subía, lento, inseguro, pero sabiendo que cada metro era ganado a pulso.

II. El Palo del Alivio y el Giro de Koke (Min. 46-89)

La segunda mitad arrancó con el mismo guión y el mismo temor. A la primera jugada, el corazón del Metropolitano se detuvo. Barella bajó el balón como si fuera una pluma e intentó una vaselina sobre Musso. El balón se estrelló en el larguero. El palo fue un alivio mayúsculo, un regalo del destino.

La tendencia era preocupante: el Inter tenía la pelota y el Atlético, sin capacidad de contragolpe, sufría. Y el castigo, por el mérito del Inter y la dificultad en la salida de balón, llegó en el minuto 54. Una triangulación rápida en la frontal, con el Atlético persiguiendo sombras, dejó a Zielinski mano a mano ante Musso. Esta vez, el meta no pudo hacer nada. 1-1.

Solo en ese momento, con el marcador empatado, despertó la mordiente. Simeone movió el banquillo: la entrada de Koke Resurrección, un faro, supuso un giro total. Su visión y capacidad para dar salida al balón rompieron la asfixia que Cardoso no había podido evitar. Entraron también Nico González y Pubill. Luego, Sorloth y Griezmann.

El Atlético se transformó. En diez minutos, el equipo remató más veces que en el resto del partido. Giuliano y Baena rozaron el 2-1 en disparos consecutivos. Sorloth probó suerte con un potente voleón. El Inter flaqueaba. Pero el tiempo se agotaba y la agonía habitual de la victoria se cernía sobre el Metropolitano.

III. El Salto, la Cima y la Locura del Descenso (Min. 90+)

El partido entró en el descuento con el Metropolitano en un estado de histeria contenida. Cuatro minutos de añadido. El Inter se defendía con orden, a la espera del pitido final.

En el minuto 92, en el último estertor ofensivo, el balón salió a córner. El Metropolitano explotó. La grada se puso de pie, rugiendo, convencida de que esa era la última bala.

El Atleti ya estaba en la cima de la montaña rusa, en el punto de inflexión donde la adrenalina se desata. Griezmann se dispuso a lanzar el saque de esquina. La puso al área con precisión. Y allí, en el aire, donde la desesperación se convierte en fe, apareció un hombre.

José María Giménez, el ‘Comandante’, se elevó sobre todos con la potencia de quien salta con el alma. El balón voló tras el córner de Griezmann, la adrenalina se desató. El contacto en la cabeza de Giménez y la pelota que besa la red. ¡Gol! El grito de éxtasis del descenso de la montaña rusa. Un golazo de cabeza, potente e imparable, que se coló en la red de Sommer.

¡Gol del Atlético! ¡El 2-1 en el 93′!

El Metropolitano estalló en un delirio de locura total. Giménez, desatado, señaló al cielo y dijo que en ese remate iba el amor de sus hijos y de su esposa, el apoyo de su gente. Fue un gol de fe pura.

Fue una victoria épica. La locura, el desenfreno. El Atlético ha vencido al Inter en su propia guerra. Y esta victoria, este 2-1 agónico, es la confirmación de nuestro credo: por Dios, queremos montarnos toda nuestra vida en esa montaña rusa. Te amo, Atleti.

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