LALIGA EA SPORTS. JORNADA 12. ATLÉTICO DE MADRID 3 – LEVANTE UD 1

EL JUEGO DE LA POSESIÓN ROTA. O CÓMO SE SUFRE CON EL 76,67% DEL BALÓN.

(Riyadh Air Metropolitano. 8 de noviembre de 2025. Noche fría, un pito sordo y la certeza de que el orden es solo un pretexto para el drama.)

Crónica de un Dominio Inútil: El Atleti, un Mago que se Pincha

El Atlético de Madrid se empeña en demostrar que el fútbol, bien jugado, es una tortura auto-infligida. El sábado 8 de noviembre de 2025, el Metropolitano presenció una anomalía estadística: el equipo batió su récord histórico de posesión en LaLiga con un 76,67%. Un dato que debería inspirar la paz, pero que aquí solo sirvió como prefacio al pánico. El resultado final, 3-1, es el disfraz de una victoria que costó el alma ante un Levante rocoso, cuyo único plan era esperar el fallo ajeno, y lo encontró.

La previa intentó suavizar el ambiente. Mientras el público abucheaba a Gil Manzano, las luces de los móviles bailaban con el himno, un intento de Disneyficación que siempre fracasa en este club. Quizás es que uno se hace viejo y es de caña en vaso de cristal y no en vaso de plástico, de oreja a la plancha y bravas, y no de hotdogs y bocadillos de autor. De himno a grito «pelao» y dejarse el móvil guardadito en el bolsillo. Un viejo raruno. La previa terminó. La agonía, sin embargo, acababa de empezar.

La Cicatriz del Área y el Síndrome Mikasa

El Atleti arrancó con la voracidad de un depredador. Pablo Barrios y Giuliano Simeone desataron el primer nudo. El 1-0 llegó en el minuto 12 por la vía del gol en propia puerta: centro de Barrios que rebotó en Dela y acabó dentro. Gol de carambola, el único que no exigió la bendición de un burócrata. Mirando la muralla defensiva del Levante, quizás fuese esa la única manera de marcar, estrellándose una y otra vez.

El juego del Atleti era un péndulo entre la brillantez y el masoquismo. La defensa del área es ya una herida abierta. Elpiercing testicular hecho con punzón y martillo sigue siendo la única verdad: cada centro es un riesgo existencial. En el minuto 21, el Levante empató. Giménez cometió el pecado capital de la fe excesiva y Manu Sánchez, un canterano de regreso, cabeceó solo para aplicar la ley del ex (1-1)Oblak veía cómo el balón volaba desde el córner, cruzaba toda su área sin alejarse de debajo del larguero, su amado larguero. El gol se remató en el segundo palo, al borde del área chica.

El problema en ataque era el contrapunto perfecto. Otra vez Sorloth. Desganado, indolente, un cuerpo de 1,95 metros y más músculos que el cuello de un gorila, pero incapaz de imponerse. Es un obrero que se siente autónomo: si los demás corren, él contempla, va por libre. Cuando el balón se acerca a su cabeza, parece sufrir el síndrome Mikasa: encoge el cuello y sube los hombros por pánico al contacto. Su ineficacia, sumada a la incapacidad de resolver con trece córners en la primera parte, creó un nudo gordiano. La posesión es un lujo que el Atlético, por vocación o destino, siempre utiliza para complicarse la vida. Tampoco está Julián Álvarez en su momento más fino: marca o asiste, casi siempre, porque es jodidamente bueno, pero la Araña no anda fina.

II. La Inercia de Griezmann, el Gafe y el Juez de Paz

La persistencia del 1-1 y la inutilidad del ‘9’ obligaron al Cholo a un movimiento nuclear en el minuto 61: fuera, Sorloth y Barrios, y dentro Griezmann y Almada.

Y en ese preciso momento me acuerdo de Carlos Cano y Las Murgas de Emilio el Moro en un rezo por lo bajinis: «colócalo, colócalo, ay por tu padre colócalo.» Por favor, Mateu. 

Y es que, además de su languidez, Sorloth arrastra un gafe de cojoneses salir del campo y el Atleti desatasca la portería.

Griezmann saltó al césped con la determinación del que sabe lo que vale. Era su primer contacto: centro raso de Llorente y el remate de primeras del francés que rompió el bloqueo. 2-1 (61′). Griezmann es la inercia salvadora, la respuesta inmediata a un atasco. Con el dinero del traspaso del noruego, compren una máquina del tiempo y quítenle diez años al francés.

El Atleti, sin embargo, debe pagar su peaje. Del posible 2-2 (milagro de Oblak a un cabezazo rival), se pasó al 3-1 en la siguiente acción, en el minuto 80. Error grosero del Levante, Julián Álvarez remata, Ryan desvía y Griezmann se lanza al suelo para cazar el rechace y firmar el doblete.

Pero ni siquiera un doblete resuelve el problema crónico de la desatención. La polémica final, con el gol anulado al Levante por el VAR tras revisión de Gil Manzano, fue el último trago amargo. El banquillo visitante se revolvió, y Manu Sánchez soltó la pulla: «Cuando juegas contra los grandes, esas jugadas suelen caer en contra. Si hubiera sido al revés, hubiera sido distinto.»

Manu, querido, lo del gol te lo perdonamos, pero que no recuerdes lo que nos hacen históricamente a nosotros deslizando que podemos ser como Trampas y Palancas… sobrada absoluta. Menos gestitos cuando nos marques y más hablar de nosotros con rigurosidad, te lo vamos a apreciar más.

Simeone se llevó cuatro triunfos seguidos y la certeza de que su equipo avanza, pero al precio de una hemorragia constante: los balones colgados. El técnico se retiró al túnel con mirada pétrea, solo el derecho a descansar hasta la próxima obligación de ganar. Su única verdad es el sufrimiento de cómo solucionar ese desangrado continuo en el área y esperar que los Reyes Magos traigan gol porque hace falta. Melchor, Apollo o Baltasar, de Calam no esperamos ná.

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